miércoles, 19 de noviembre de 2008

ARRIVEDERCI ROMA


Sembrado estaba el suelo de otoño. Y nuestro corazones empezaron a notar la dicha de estar juntos en una ciudad extraña y maravillosa. Cada esquina era una fiesta. Cada letrero una pista. Cada iglesia. Cada monumento. Recuerdos de las Vacaciones en Roma. Aquellas del 53. Tus besos preciosa. Tus ojos brillando anclada en tu sueño. Recuerdo que el día que nos fuimos además de preocupado por no perder el avión, iba triste. Por perder de vista aquellos 6 días de noviembre que no olvidaré en mi vida. Mi alma no era más que el otoño en el Tiber. Alamedas cercanas al río, llenas de luz pero también de hojas caídas. Hojas preñadas de tiempo que no volverán. Cuando andamos en el taxi esos treinta y tantos kilómetros que nos separaban de Fiumicino. Estuve callado. Muy callado. Cuando llegamos y facturamos buscamos el bar (como buen español) ;y justo cuando traía a nuestra mesa el café, el zumo y las dos magdalenas de chocolate, me besaste. Y me despertaste de la tristeza. Dibujando en mi cara una sonrisa. Que ya no volvería a apartarse de mi rostro.

1 comentario:

María_azahar dijo...

Me ha gustado mucho el texto, muy envolvente.

Te sigo el blog, amigo.

Un saludo.