sábado, 8 de noviembre de 2008

PERPETRANDO


Las tres horas de sueño. El avión. Perder el Leonardo Express. Llegar hasta el Trastevere. Que queréis que os diga. Da hambre. Allí me encaminé con unos tubos de pasta de estos de nombre impronunciable. Salami y gorgonzola y un vino recién abierto. Un poco de pesto y así se hizo nuestra primera comida en Roma. Detrás vino una siesta soberana de tan sólo una hora. Y levantarse con la intención de meterte Roma en las tripas y meterte en las tripas de Roma.

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